El trapo tansformado-Márgara Laborde

En un estante, al lado de detergentes y desinfectantes, el trapo desdobló su mirada y vio de reojo cómo las blusas, vestidos y pantalones desfilaban en ganchos para ser colgados en el clóset de la recámara. Después del llanto que no disimuló, un par de pinzas lo mantuvieron perpendicular al piso, hasta que ayudado por el vapor que de la secadora le llegaba, se quedó dormido.

Por la mañana sintió el cuerpo cortado, junto con los escalofríos, la imagen de Gregorio Samsa, le absorbió el pensamiento. ¿En dónde estoy?

Buscó su reflejo en la puerta de la lavadora para descartar cualquier semejanza con algún insecto, que no encontró. Gracias a la luz de las siete que baña con ganas la pared de la entrada, reconoció su sombra elevarse por ocho dedos que lo catapultaron, dejándolo pegado como insecto en parabrisas, sobre un rostro. Había ganado curvas y un par de alas elásticas: ¡Era una especie de guante facial! Al salir de casa respiró nuevos aires, su metamorfosis lo convirtió en el artículo más usado en la cuarentena, sin ocultar su sonrisa supo que ¡Nunca más dormiría en el clóset de blancos!