| Número de colección: 10 | Año: 2019 | 160 págs. | ISBN: 978-607-86-3623-5
En estas páginas se señala la postura de muchos académicos de ver sus áreas del saber con fronteras inamovibles o naturales, sin pensar que son producto de situaciones y de coyunturas precisas, por lo que sus límites son arbitrarios; esa idea está en consonancia con la rigidez del curriculum universitario. El espectro del conocimiento se concibe como un conjunto de compartimientos que no se pueden franquear. Llamar disciplinas a las materias del Curriculum es atribuir todo el sentido de este término: desde la capacitación hasta la sumisión a una autoridad y al control, y de allí hasta el castigo; también alude a la vigilancia de comportamientos o modos de pensar. Se analiza el caso de los estudios literarios o, más general, los estudios sobre el lenguaje; el punto inicial es la pregunta de dónde situarlos dentro de la división tradicional de las ciencias. Se propone insertar las ciencias del lenguaje en el espacio de las ciencias sociales y / o humanas, por lo cual el problema pasa a ser el de cómo se articula el espectro de esas ciencias y qué distingue a sus componentes. El desarrollo pone al descubierto que en las instituciones universitarias y en los órganos nacionales que dictan las políticas de investigación sigue vigente la propuesta de división de las ciencias de Comte, lo que no deja ver los campos de estudio como productos de convenciones, como compartimientos artificiales en continua transformación. La discusión toma como concepto central el de campo científico.