Cosmos en un espejo de tinta-Victor Hugo Terrez
Hemos regresado a las cavernas. Replegados y asustados. El asedio, se presenta invisible, diminuto y mortal. Pero, al asomarnos por nuestras ventanas, sabemos que es enorme como un coloso de Goya, como nuestro miedo.
Ya Pascal nos advertía que había otro infinito; que, en el cirón y sus humores, se encuentra otro abismo igual de inconmensurable que el cosmos que ciñe las noches. Presiento que Borges, observó algún gorgojo o larva sobre sus libros, y dedujo que aquel animalucho sintió hermandad por la tinta negra: el cosmos contemplándose en un espejo de tinta. Quizá, entre los libros, este la respuesta para no temer a lo infinito. La fórmula y sentencia para librarnos del pavor que nos rodea.
Y en lo que descubro, las reglas de mi mundo y su salvación. Hurgo en otros y, diligente me sumerjo en ellos. De estas expediciones he aprendido que: de los desiertos de infinitos polvos habitan los inmortales; sé el susurro mortal de una mujer de sal y la filacteria que he de colocar en el umbral de mi puerta, para que Dagón no la perpetre; evito lanzar las tres monedas del oráculo chino y nunca visitar al doctor Farabeuf; sueño que un anciano de nombre Eguchi me señala una cabaña en medio de Kyoto; me he vuelto esquivo con misivas que convidan a una cena y espero la noche de Walpurgis y a Mefistófeles sobre un caballo negro; me recuesto debajo de mi escalera en horas azarosas, esperando se manifieste el Aleph; me he visto copulando en el planeta Solaris y charlo con un fantasma que es polvo de roca y que habita en Comala.
Pero, al terminar el coloquio de cada dia. En la noche, siempre evito mirar hacia arriba, para no encontrarme con otros ojos, los de algún otro mundo que me estén leyendo.