Confinar(se)-Luz Angela Cardona

Hay por los menos cuatro definiciones para la palabra confinar. En cada una de las cuatro acepciones los libros tienen un rol particular. El primer significado que aparece es “obligar a alguien a permanecer en un lugar o encerrado en él”. En esta primer acepción los libros son ese lugar al que vamos para entender la obligación del encierro ¿por qué? ¿para qué? Vemos que la historia narra el confinamiento en la época de la peste o la Gripa Española. La lectura llena de sentido el encerramiento.

La segunda definición, es “desterrar a una persona a un lugar determinado que se convierte de forma obligatoria en su residencia habitual y de donde no puede salir”. Una vez desaterrados de las actividades callejeras, nos queda habitar el espacio doméstico, que es para muchas personas, el lugar menos habitual. Nos expropian el derecho a pisar las calles. Una vez desterrados de lo público, el libro llega como consuelo y como ventana. En tanto consuelo, alivia el paso de las horas en ese lugar de lo doméstico que nos están ajeno si trabajamos fuera. Como ventana, cada página se abre mostrando paisajes, describiendo el aire, los olores, las texturas de un afuera o el movimiento que lo domestico llega a limitar.

La tercera definición, señala que se trata de un verbo transitivo “tener [un lugar o un terreno] límites comunes con otro o estar contiguo a él”. La lectura confina nuestro aburrimiento al norte con las páginas de un libro. Al norte, como cuando usamos una brújula, el norte va de frente. Los libros los tenemos frente a nuestros rostros. La lectura toma la forma de límite entre el aburrimiento infame de la rutina y la fantasía de una historia en la que podríamos ser, desde el personaje principal, hasta el aroma que este percibe de las gardenia floreciendo en primavera.

Finalmente, se define confinarse como “verbo pronominal. Encerrarse voluntariamente en un lugar, generalmente apartado de la gente, para llevar a cabo una tarea que requiere una especial concentración, silencio o tranquilidad”. En la voluntad de conservar la salud propia, de los cercanos y los ajenos nos encerramos. En un acto casi religioso, elegimos la clausura y varios libros. Los ordenamos por prioridad y deseo de lectura. Y en la voluntad disciplinada del encierro los libros acompañan la liberación que sentimos de estar lejos del terror del afuera.

Con el paso de los días ya no sabemos si ha sido obligatorio el encierro, si hemos sido desterrados, si es cuestión de límites o es simplemente un encierro voluntario. Con el tiempo sabes, si que sabes, que es gracias a los libros, que tienes certeza de un día siguiente y un afuera al que volver.